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Revista Cubana Independiente "Voces" lanza su segundo número

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IMG_5051Image by konsumterra via FlickrSegundo número de la Revista Cubana Independiente Voces 2 ya puede verse online en http://www.scribd.com/doc/37994974/Voces-2-Revista-Cubana-Independiente
VOLABAS EN CABALLO BLANCO EL MUNDO
Orlando Luis Pardo Lazo
CANCIONES MIERDERAS que marcaron de muerte a nuestro pobre y provinciano corazón. Baladas baladíes, por supuesto. Poemas plañideros que nuestros progenitores interpretaron mientras hacían sus labores domésticas de fin de semana o mientras hacían de noche mediocremente el amor (esa otra labor doméstica).
Música mala. Malísima. Inimitable y sin igual. Kitsch tropicaloso de alcoba. Boleros light y melodramas pop-corn de cornudos y tembas. Estrofas estrujadas con versos inolvidables, eufonías que nos acompañarán más allá del Juicio Final ante un fiscal del Estado o de Dios.
Con esa banda sonora chupamos teta y aprendimos las primeras palabras patrias del español. Hezpañol. Melodías genéticas, genésicas, geniales a pesar de su ingenuidad. Todo un background de barrios barridos bajo los berridos del bebé que fuimos y los onanismos oníricos del adolescente que envejeció sin serlo del todo nunca.
Hoy Cuba ha enmudecido a fuerza de gritos de repudio y demagogia política, pasto teatral para el vulgo: bullita de las postrimerías nada estéticas de una Revolución cuya cancionística nadie de nuevo tarareará.
Hoy somos como zombies en clave de sol sostenido mayor, el más aburrido de los acordes. Monotonía de un pentagrama que se quedó con los micrófonos en blanco. Así como nadie recuerda las amenazas apocalípticas del Premier de nuestro único Partido, tampoco ya nadie memoriza las letras del último hit de la temporada de baladas.
Borramos escenas. Deshabitamos apenas al ritmo de la resaca. Cuba como parónimo perfecto de Coda.
Y, entonces, cuando la esperanza se vaya asumiendo por fin como una enfermedad endémica, cuando sepamos que estamos solos en tanto generación y que no haremos nada que luego valga la pena pensar, entonces, cansados de darnos cabezazos contra los fantasmas suicidas y los funcionarios pragmáticos en que sin saberlo nos convertimos, cuando el brillo del día a día sea una bruma pasada por nuestras cataratas conceptuales de gente que se dejó robar el tiempo que le tocó existir, entonces, la molicie de aquella música de nuestras infancias mongólicas estará esperándonos todavía allí, como una visa para salvarnos, como un talismán contra las dictaduras de corte totalitario o democratizado, como una almohada donde recostar la nuca y pedirle perdón al amor por lo mucho que parloteamos en su nombre y por lo muy poco que lo practicamos. La cultura entera sólo tendrá sentido entonces en dos o tres frases de pacotilla que expresarán mejor que cualquier tratado lo que fuimos pero ignoramos. Endecasílabos endemoniados de los que no tenía sentido intentar la fuga, porque entre sus metáforas mefíticas, en alguna de sus mil y una almibaradas fonías (mejor que la inteligencia falsa de los poetas de verdad), resonará el alma secreta de ese timo en fase terminal llamado la cubanidad.

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