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Una mirada confidencial /Reseña a un poemario de Oscar Cruz

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Por Yansy Sánchez
 (
Santiago de Cuba)

Acerca del poemario 
Las posesiones (Oscar Cruz. Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2009.)
En la periferia de la ciudad de Santiago de Cuba, en un reparto irregular donde el asfalto, simulado a ratos bajo tierra, supone una civilización olvidada y un escenario perfecto para las más innombradas peripecias humanas, ha publicado ya Oscar Cruz dos libros de poesía. El primero, Los malos inquilinos, mereció el Premio David en el 2006 y el más reciente, Las posesiones, ha sido galardonado con el Premio Pinos Nuevos. Los que compartimos tierras parecidas sabemos que parte del secreto de Oscar está en este pedacito de tierra limitado por la valentía de sus habitantes con el nombre de Marimón.
Ya desde Los malos inquilinos este autor, aunque todavía con un estilo bastante edulcorado sobre la base del uso de imágenes y metáforas, posibles pero también altisonantes, mostraba desenfado en sus temas. Ahora, en Las posesiones, muestra un estilo sosegado, un discurso más preciso, aumenta el desenfado y hace que los temas sean más arriesgados.
Si bien se disfruta la lectura de superficie —denotaciones,  ritmo, intensidad, melodía—, el goce más intenso proviene de las entrelíneas. A mi juicio, uno de los mayores logros del autor son  el equilibrio y la precisión en temas de riesgo (sobre todo por la vastísima gama de escritores, algunos colosales, que los han incursionado), pero que revisitados desde una visión muy intimista y particular se ennoblecen. Me refiero al contenido sexual.
Las posesiones  es un título que justifica una temática antitética, paradójica, pues defiende sentimientos de soledad y ausencia que se vuelven más relevantes cuando el autor destaca la posesión de sí mismo como un valor que compensa su existencia. Así que se defiende una visión epicúrea en la necesidad de aprovechar el hoy y el ahora como lo único cierto o como la mayor posesión. En "Cíclope" dice:

mi padre se acercó y nos dijo:/
"me voy a Zamorana". del resto nada supe.
aun sabiendo que se iba no dolieron sus palabras.
comencé a vivirlas, a vagar dentro de ellas.
desde aquel día tenemos la misma edad.
cumplimos el mismo tiempo de estar solos.
comprendo que a él le debo la costumbre
del que mira con desgano contra el mar.

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